¡Qué momentos tan lánguidos,
tan absurdos,
tan desperdiciados!
¡Qué manera de perder la vida,
los minutos, las horas,
rutina y más rutina.
Trocitos de mi existencia
donde mi pobre conciencia
no se molesta en buscar
vivencias, apariencias,
que alivien este pesar.
¿Costumbre, miedo,
apatía, inseguridad?
A veces, un poco de
todo eso
hacen de la cobardía
una coraza de hierro
que evitan este
destierro
de mi cuerpo y de mi
alma.
Y es que la vida es así,
admiro, a todos esos
que osan atravesarla.
Valentía,
incertidumbre, genialidad,
quizá, pero ante esta mísera
rutina
prefiero la libertad.
Complicada, llevada
hasta los extremos.
Esa es la diferencia
entre uno del montón y
un genio.
María A. Catalá
06-06-2007
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