Malagueña de Montejaque,
bajita, curiosa y limpia
contaba, algún achaque
más conservaba su vista.
Dicharachera y activa,
graciosa, y muy prudente
con la cabeza bien puesta
sabia, con don de gente.
Esa era mi abuela Concha
(o diga mi bisabuela)
una excelente mujer
como pocas las hubiera
En Melilla y en Marruecos
pasó parte de su vida;
después se marchó a Valencia y fue en Paris,
donde le dijo, adiós a la vida
¿Para qué quiero vivir
si enterré todos mis hijos
a mi madre, a mi padre
y al que fuera mi marido?
¿Qué falta hace en el mundo
esta vieja que ha sufrido
la ausencia, de sus seres más queridos?
Todos se fueron marchando
uno a uno, se me han ido
dejando, aquí a su madre
sin cariño, sin sentido
¿Qué hago más que estorbar?
¿Los viejos “pa” qué servimos?
Vamonos niña a la
Iglesia
para rezarle al Cautivo
que en los curas yo no creo
pero sí, en Dios Divino
Abuela, no corras tanto
pareces un torbellino.
Y me miró sonriendo
¡qué se me acaba el camino!
¡Qué recuerdos me quedaron,
de esa abuela, tan bonitos!
María .A. Catalá
16-04-2007
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