Soplaban vientos calientes
de aquellos mares del sur
y, me vienen a mi mente
cosas de mi juventud.
Cuando era adolescente
y de la vida gozaba
con mis estudios pendientes
y mis amigas del alma
¡Qué inocente!
¡Qué ganas de divertirme!
nunca encontraba la hora
de volver, ¡qué felices!
Jugábamos en la playa
tostándonos bajo el sol,
después subíamos la cuesta
asfixiadas de calor
sin quejarnos,
por no tener moto o coche
lo pasábamos muy bien
y nos sobraba derroche.
Llenas de arena y salitre
porque entonces en las playas no
habían duchas;
al llegar a casa, la manguera
y más fresca que una trucha
Cuando empezaban las fiestas
nos íbamos a la feria
a bailar hasta las tres.
Se cerraba la caseta
y después, a tomar té.
Eso sí acompañada
siempre por algún mayor
porque de sola ni hablar
que la gente hablaba mucho
y se tenía que aparentar
María A. Catalá
2005
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